Vegetación cero

Como el hotelito de Bahía Inglesa no ofrecía desayuno, emprendimos viaje temprano y paramos en un campo de lava petrificada, a orillas del mar. Armamos la mesa e hicimos café caliente. Qué cuadro!

Al internarse el camino nuevamente en el desierto, vivimos durante muchos kilómetros “la vegetación cero”. Esta región de Chile es un desierto impresionante. Solo cada 100 o 200 kilómetros hay una ciudad con algo de verde, gracias a un río que baja de la Cordillera. A los pocos metros de salirse de estos oasis, se vuelve en seguida al desierto. La solo atracción fue una escultura de mano puesta en el medio de la nada (ver fotos a la izquierda).

En Antofagasta volvimos a ver el mar. Qué deleite para los ojos, y sobre todo con el hermoso Portal que se encuentra cerca de la ciudad (ver foto a la derecha).

Quisimos parar en el balneario de Hornitos, al norte de Antofagasta, pero no conseguimos nada. Se venía la noche y faltaban 100 kilómetros para la próxima localidad: la ciudad minera de Tocopilla, donde llegamos con el último rayo de sol. Hace un mes, este lugar fue sacudido por un terremoto. Pudimos apreciar las casas apuntaladas y en el hotelito que conseguimos, las paredes estaban rajadas. Lindo para dormir!